El creacionismo
antievolucionaista es una propuesta proveniente del fundamentalismo religioso
que pretende un tratamiento igualitario en las escuelas y los colegios de la
teoría evolucionista y el creacionismo. Defiende una interpretación literal de
Génesis, según la cual el Universo ha sido creado en seis días de 24 horas,
hace no más de diez mil años. Que Adán y Eva fueron dos personajes reales que
dieron inicio a la especie humana. Que hubo realmente un diluvio universal y
que todas las especies fueron creadas tal como existen hoy en día. Que el
hombre y el mono tienen diferentes ancestros y que las características
geológicas de la Tierra se explican por catástrofes a gran escala como el
diluvio universal, etc.
No habría
problemas en que la gente crea en esto y hasta lo propague, pero los
fundamentalistas religiosos van más lejos: pretenden convertir estas creencias
en una teoría científica, tratando de probar estos postulados a través de
supuestos datos y procedimientos científicos. Todo empezó en los Estados Unidos
con una clara intención política cuando la ultraderecha política se alió con
los fundamentalistas cristianos para ocupar una posición más relevante en la
educación pública norteamericana. Sin embargo, como la Constitución
Norteamericana exige la separación de la Iglesia del Estado, era imposible
prohibir la enseñanza de la teoría de la evolución ni introducir en las
escuelas el creacionismo porque se trata de una doctrina religiosa. De ahí que se procedió a presentar esta última
como si se tratase de una teoría puramente científica y hasta se logró que el
estado de Arkansas sancionara una ley que requería el tratamiento igual para la
teoría de la evolución y el creacionismo.
La reacción
en contra de esta ley no se hizo esperar y fue enorme; de manera tal que el
asunto llegó hasta las Cortes desafiando su constitucionalidad. Fue entonces
cuando el juez W.R. Overton estableció que en este caso habría que verificar
algunos estándares aceptables en la ciencia para decidir si el creacionismo los
admitía. El juez habrá sido bien asesorado porque estableció criterios
adecuados que dentro de la comunidad científica se consideran irrenunciables
para que un determinado procedimiento pueda ser considerado científico. El
magistrado determinó que la ciencia auténtica:
-
Opera
de acuerdo con las leyes naturales (o sociales);
-
Sus
explicaciones deben hacer referencias a estas leyes para que sean
científicamente adecuadas;
-
Es
empíricamente verificable;
-
Sus
conclusiones son tentativas (no finales);
-
Es
falsable.
Queda claro
que la ciencia de la creación no satisface estos estándares. No existen leyes
que podrían ser invocadas para explicar, por ejemplo, el diluvio universal
porque, de acuerdo con el creacionismo, el diluvio fue provocado por una
intervención divina. En hipotético caso que esto fuera correcto, igualmente la
explicación no sería científica porque la voluntad de Dios no está sujeta a ley
natural alguna. El creacionista explica pues sus postulados conduciéndose
siempre a la utilización de causas sobrenaturales y no a leyes conocidas. Cuando
afirma que la creación del Universo
sucedió no más de 10 mil años atrás, no lo hace sobre la base de evidencias
empíricas ni argumentos científicos defendibles hoy en día, sino debido a su
compromiso previo con las Sagradas Escrituras.
Además, los
postulados creacionistas no son tentativos sino finales y definitivos, pues
nunca serán cambiados ya que no existe observación alguna que pueda refutar la
creencia de los creacionistas que el Sol, la Luna, las estrellas, la Tierra y
la vida fueron creados simultáneamente, separados por espacios solamente de
unos días. La verificación empírica no juega aquí un rol decisivo porque la
decisión ya está tomada. Pase lo que pase, sus postulados seguirán siendo los
mismos.
Concluyendo,
hay que recalcar que el estándar científico sobresaliente consiste en aceptar o
rechazar las explicaciones, sobre la base de la lógica y las evidencias
empíricas y no sobre la base de las meras opiniones, las autoridades ni
verdades reveladas que han sido supuestas de antemano y se constituyen en
verdades indiscutibles e incambiables. Consecuentemente, las afirmaciones del creacionismo
son dogmáticas y no científicas, y esta conclusión no trata sobre la verdad
sino sobre la cientificidad: puede ser que lo que los creacionistas afirman sea
cierto pero nunca será científico.
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